La dieta de la zona se basa en el control hormonal a través de la alimentación, restringiendo las calorías sin pasar hambre. El menú diario se equilibra de forma que se obtenga en cada comida el 40% de la energía de los hidratos de carbono, el 30% de las grasas y otro 30% de las proteínas.
Con este procedimiento se consiguen estabilizar los niveles de insulina en sangre. Esta hormona, encargada de controlar el almacenamiento de grasa y el hambre, si se mantiene estable permite transformar la grasa en energía y, consecuentemente, perder peso de forma equilibrada.
Además, en la dieta de la zona se incluyen suplementos de ácidos grasos Omega 3, dado que la dosis que podemos obtener con los alimentos habituales no alcanza los niveles adecuados.
Nuestro organismo necesita un equilibro entre la aportación de ácidos grasos Omega 3 y Omega 6 (abundantes en nuestra alimentación) para evitar un mal funcionamiento celular que derive en enfermedades crónicas a largo plazo.